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El presupuesto nacional (1978)

Crítica al excesivo gasto público y a la falta de privatizaciones

 

Uno no puede menos que sentirse decepcionado al analizar el texto de la reciente ley de Presupuesto, tanto por la forma sorpresiva en que se la sancionó cuanto por su contenido tan pobre en reformas sustanciales y decisiones audaces.

Respecto de lo primero, habríamos deseado conocer el proyecto de la ley y tener la oportunidad de discutirlo un poco, y en cuanto a lo segundo, quizás una dosis razonable de temeridad y menos «gradualismo» conformista, habrían bastado para dejar satisfechos a quienes constituimos la opinión responsable del país.

El Presupuesto para 1978 prevé un gasto equivalente a los 11.400 millones de dólares, cifra igual o a lo sumo ligeramente inferior a la del año pasado. El déficit del Tesoro, en cambio, ha sido reducido prácticamente a cero, circunstancia afortunada, sin duda, pero que lo habría sido mucho más si se hubiera producido gracias a una drástica disminución de aquel gasto y no, como se pretende, aumentando los impuestos, el endeudamiento y las tarifas hasta límites de virtual insensatez.

¿Será una exageración sostener que en la Argentina no todos somos caídos del catre? Porque algunos entendemos lo suficiente del tema como para darnos cuenta que si este año el Estado piensa gastar una misma cantidad de dinero (indexado) que el año pasado, pero que a diferencia de éste no habrá déficit en la tesorería, pues eso significa que este año estamos condenados a pagar más de lo mucho que pagamos en el año anterior. ¿Dónde está entonces la diferencia? Sencillamente en que quizás no tendremos inflación monetaria, pero tendremos inflación de costos con recesión; no habrá desocupación transitoria proveniente del sector público racionalizado a fondo, pero la habrá en el sector privado. Es decir que nada ha cambiado en el esencial, sólo se han invertido algunos términos de la ecuación: lo que faltaba aquí se sacará de allá, y lo que sobraba por este lado se pasará a aquel otro. En definitiva, la misma estructura, el mismo sistema, el mismo despilfarro.

Es desalentador, por ejemplo. Que no se insinúe siquiera la posibilidad de privatizar algún servicio público. El texto de la ley se limita a aclarar que durante el presente ejercicio se completará la privatización de todas aquellas empresas de las cuales el Estado llegó a ser propietario o accionista por razones circunstanciales.

Se sabe al respecto, pese a no existir información oficial actualizada, que durante 1977 se reprivatizaron entre ocho y diez de aquellas empresas, pero se desconoce por completo la suerte seguida por cientos de compañías similares explotadas por las distintas provincias y municipalidades, cuyas cuantiosas pérdidas también recaen en el presupuesto nacional a través de la ayuda económica otorgada a la mayoría de dichas provincias.

Ferrocarriles Argentinos, ENCOTEL y Fabricaciones Militares serán fuertemente subvencionadas durante el corriente ejercicio, en tanto que las demás grandes empresas de servicios públicos no arrojarán déficit operativo, aunque el Tesoro se verá obligado a efectuar por ellas las inversiones mínimas para su expansión o simple mantenimiento de sus precarios servicios, además de autorizárselas a obtener recursos mediante créditos internos y externos.

No debe sorprender, pues, que no obstante tan abultado gasto hayan quedado una vez más rezagadas áreas tan vitales como lo son la Educación, la Salud y la Defensa Nacional, con asignaciones a todas luces insuficientes del 8,8 por ciento, 3,6 por ciento y 14,9 por ciento respectivamente, en tanto que al famoso rubro eufemísticamente llamado Desarrollo de la economía se le destina el 35,1 por ciento.

Obviamente esta ley de Presupuesto no es excluyente de decisiones políticas que puedan adoptarse en el curso del año tendientes a obtener una más enérgica y global aplicación del plan económico en vigencia. Por el contrario, todo lo que se haga en ese sentido coadyuvará a un más cómodo cumplimiento de las metas presupuestarias y permitirá una óptima redistribución de los recursos entre las distintas áreas.

Pero si las cosas se dejan como están, lo más probable es que el gasto desborde las previsiones oficiales y el segundo semestre del año nos dé la sorpresa de un hermoso déficit para financiar con emisión monetaria, lo cual hará ilusoria toda esperanza de dominar a la inflación. Entonces sí, adiós al Plan Económico y preparémonos para una aventuradesarrollista con epílogo y todo.

 

© Enique Arenz. (Publicado en Correo de la Semana el 20 de marzo de 1978)

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