Rosas y las Malvinas (1982)
Artículo escrito poco después de la toma de las Malvinas por las Fuerzas Armadas argentinas
Muchas veces hemos oído hablar de la «entrega» de nuestro patrimonio nacional a las multinacionales o potencias extranjeras, acusaciones casi todas ellas falsas y malintencionadas, producto una veces del infantilismo, y otras de la deshonestidad intelectual de muchos de nuestros políticos que han usado y siguen usando esa fácil calumnia como principal arma de barricada.
De los posibles casos genuinos de entrega de nuestra soberanía, la historia recoge solamente dos: el primero de ellos fue protagonizado por Juan Manuel de Rosas cuando intentó vender nada menos que nuestras islas Malvinas a su Majestad británica; y el segundo caso (al cual no me referiré por ser bastante conocido) lo constituyó el famoso convenio de la «California» por el que Perón se proponía entregar nuestro petróleo y ceder vastos sectores del territorio nacional a la jurisdicción de tribunales de justicia norteamericanos. Afortunadamente para el país, ambos intentos —repito, los únicos que la historia registra inequívocamente— resultaron providencialmente frustrados. Los ingleses cometieron el error de desdeñar esa bicoca, y la Revolución Libertadora impidió la consumación del ignominioso convenio.
El tirano Rosas había hecho algunas formales reclamaciones ante el gobierno de Gran Bretaña para obtener la devolución de las Malvinas, pero viendo que los ingleses desoían sus peticiones, y pensando que al fin y al cabo esas lejanas islas no eran tan importantes para su régimen, ya que su posesión no le agregaba ni le quitaba nada a su poder y a su «estancia», se le ocurrió la idea de ofrecerlas en venta en la suma de 9.500.000 pesos fuertes, y dar así por terminado aquel enojoso asunto. Rosas pretendía saldar de esa manera la deuda contraída por el país con la Baring Brothers.
El ministro Manuel Moreno (hermano de Mariano) hizo la oferta ante la Cancillería británica, oferta que fue desdeñosamente rechazada por los usurpadores de las islas. La transacción comercial era sumamente ventajosa para Inglaterra y parece increíble que el gobierno británico la haya desdeñado. Su razonamiento era, sin embargo, lógico: ellos habían tomado las Malvinas por la fuerza, ¿para qué pagar por algo de lo que ya se habían adueñado?
Rosas hizo una nueva oferta el 23 de diciembre de 1843, esta vez por intermedio de su ministro Arana, recibiendo de los ingleses la misma humillante negativa, el mismo desinterés por el negocio. ¡Suerte para la Argentina! Si los ingleses hubieran aceptado tan generosa oferta, las islas habrían pasado a ser legítima propiedad de Gran Bretaña (como Alaska lo es hoy de Estados Unidos) y ningún derecho legal ni moral asistiría hoy a la Argentina.
© Enique Arenz. (Publicado en La Prensa el 6 de mayo de 1982)