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Los muertos de Guernica (1978)

Homenaje a las víctimas del bombardeo Nazi planeado por Hitler y el régimen franquista

 

Fue un 25 de abril, hace exactamente 41 años. Los primeros destellos del alba comenzaban a deslizarse suavemente por entre las aún cerradas persianas del villorio, cuando en el horizonte se recortaron oscuras siluetas simétricas. Los aviones nazis Heinkel III yJunker 52estaban sobre Guernica con su cargamento de muerte.

En un instante todo fue un infierno. Durante tres horas, mil bombas explosivas y tres mil bombas incendiarias se abatieron sobre la indefensa aldea vasca, mientras los sobrevivientes que huían aterrorizados de las llamas, entre ellos niños pequeños y ancianos, eran salvajemente ametrallados desde el aire.

Fue la primera atrocidad nazi, fríamente calculada por el régimen franquista, y que habría de marcar una etapa de las muchas que conducirían finalmente a la Segunda Guerra Mundial.

Pero Dios no abandonó al pueblo vasco. El Árbol de Guernica quedó en pie como símbolo de libertad y esperanza. Fue un verdadero milagro que sobreviviera a la total destrucción de la ciudad.

Una bella historia atesora este roble sagrado cuyo origen religioso se pierde en las insondable profundidades de los misteriosos orígenes del pueblo vasco antes de su conversión al cristianismo, retoño de aquél a cuya sombra se reunían los ancianos patriarcas que bajaban desde las cinco colinas -Gorbea, Oiz, Sollube, Genescogorta y Coliza-, luego de oír el llamado de las cinco trompetas y encender una hoguera en cada colina. En derredor del árbol, estos ancianos legislaban y presidían los actos más solemnes, como la jura de los señores de la región y toma de posesión del señorío. El nuevoseñor avanzaba hacia el roble con el pié izquierdo descalzo y clavando en su corteza un venablo, juraba por siempre respetar los usos, costumbres y tradiciones vizcaínas. ¡Ante ese roble acudían los reyes de Castilla para jurar, arrodillados, sus respetos por los fueros vascos!

Y ese gigante no fue alcanzado por las bombas asesinas. Está allí, enhiesto e inconmovible como la causa que siempre simbolizó.

A 41 años de aquella masacre, debemos los argentinos recordar a sus muertos con la unción que el heroico pueblo vasco se merece. Y porque también les debemos nuestra gratitud a aquellos vascos rudos y trabajadores que vinieron a esta tierra para dejar en el surco su esperanza, sus lágrimas y su vida.

Recordemos a aquellos muertos, y por la serenidad de su descanso compartamos su cara aspiración de la ahora posible autonomía, formando parte, con dignidad y fueros irrenunciables, de esa gran nación que es nuestra bien amada España.

 

© Enique Arenz. (Publicado en Correo de la Semana el 24 de abril de 1978)

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